Ecualizar monitores para corregir deficiencias en una sala siempre ha sido una mala práctica pero, ahora que sabemos por qué, ya no tenemos escusa.

No se puede corregir la acústica de una sala, a través del uso de ecualizadores. Y no importa si son paramétricos o gráficos, analógicos o digitales, incorporados en sofisticados divisores de frecuencias  que, gracias a sus avanzados DSP, nos brindan con ajustes infinitos, o programas dedicados que, a través de mediciones en varios puntos de las salas, intentan compensar la respuesta con relación  a una supuesta respuesta ideal. Simplemente NO SE PUEDE HACER.

Llevamos años en los que se ha progresado enormemente en las soluciones acústicas para salas de escucha y de control – que no son exactamente lo mismo – pero parece haber cuestiones que siguen creando debate, cuando ya deberíamos llevar sus conclusiones tatuadas en la mente.

En un reciente congreso dedicado a la acústica, llevado a efecto en la Casa da Música, en Porto – el primer International Acoustic Summit – varios eminentes ingenieros acústicos y científicos estuvieron presentes y, afortunadamente, dos conceptos parecen empezar a crear raíces sólidas en el seno de esta comunidad:

a) Dentro de salas de control las bajas frecuencias deben ser absorbidas y, por lo tanto, la utilización de difusores ni es adecuada ni práctica (esta discusión la dejaremos para otro momento)

b) Las carencias acústicas de una sala – principalmente en lo que se refiere a su energía modal en baja frecuencia y las reflexiones – no pueden ser corregidas por vía de ecualización aplicada a los altavoces.

No estamos afirmando que no se puede corregir la respuesta en frecuencia de los sistemas de altavoces. Claro que se puede! Llevamos años haciéndolo con la mejor de las intenciones. Se hizo en los estudios, intentando corregir las deficiencias de la acústicas de sus salas de control – con el desafortunado resultado que se conoce – y se sigue haciendo con igual dudoso éxito, en las salas de cine, un poco por todo el mundo (algunos de esos métodos van a cambiar muy pronto) y, por supuesto, es uno de los métodos utilizados para corregir la respuesta en frecuencia de los sistemas de PA en salas, en pabellones o al aire libre. Y, además, lo seguimos haciendo todos los días con la intención de obtener la respuesta más plana, cuando ajustamos un DSP de control, contradiciendo así las irregularidades típicas de la respuesta de los componentes que integran los sistemas de altavoces a uso.

Y si lo hacemos con criterio – las herramientas de análisis y corrección acústicas en manos atrevidas pueden ser tan prejudiciales como un Fórmula 1 en pleno centro de una ciudad en manos de un conductor dominguero – podemos alcanzar resultados satisfactorios.

Intentemos analizarlo: utilizar una ecualización “shelving” para corregir la caída natural de la respuesta de un “woofer” que, caso contrario, respondería 6 dB menos en la última octava que alcanza, o para evitar el “roll off” de un motor de compresión, principalmente porque parte de esa energía de alta frecuencia se pierde por acción de la distancia, es una practica sana, siempre que tengamos en cuenta el rango dinámico de los componentes en causa, incluidas las etapas que los alimentan.

Figura 1. Una sala de control 5.0 para producción de música para películas, con los monitores empotrados en la pared frontal. (Mombay, India)

Si usamos un ecualizador “shelving” para atenuar y, por lo tanto, corregir, el aumento de amplitud en bajas frecuencias, resultante de empotrar un altavoz en la pared, no estamos creando ninguna aberración electro-acústica. Antes estamos relajando el esfuerzo del altavoz que, en esas frecuencias, recibirá mucho menos voltaje a la vez que reponemos la respuesta que, originalmente, presentaba el altavoz. Como premio, tendremos menos estrés electro-mecánico, menos temperatura en la bobina y, por consiguiente, menos compresión térmica: o sea menos distorsión.

Estos son por lo tanto tres ejemplos en los que hemos podido ecualizar monitores, sin causar daños mayores a la respuesta de los mismos.

En los sistemas PA

Cuando utilizamos este método para corregir la respuesta de un sistema de PA, nuestro compromiso consiste en proporcionar al público en un auditorio una experiencia lo más agradable posible, ya sea confort auditivo o excitación exacerbada. De esta forma, parece obvio que cualquiera corrección aplicada, desde que respete la capacidad dinámica de los componentes del sistema, y si la hacemos con criterio – nunca está demás repetirlo – solo podrá tener buenos resultados, ya que lo que perciben el operador y la audiencia es uno y el mismo programa, y la calidad de la información recibida por cada uno, solo va a depender de su mejor o peor ubicación en el espacio y por lo tanto del ratio entre sonido directo y sonido reflejado. Sin embargo, las posibles correcciones hechas por vía de ecualizadores, no tendrán otra consecuencia que la inmediata y que es la que el público consume durante el par de horas que dura la función. Terminada la performance, solamente quedará “grabada” en la memoria de algunos.

Igualmente, ecualizar monitores de directo es práctica recurrente para que los mismos cumplan su función en el escenario, sin hacer la vida imposible al ingeniero de PA. Consecuentemente, ecualizar monitores “in-ear” para facilitar la respuesta de auriculares menos dinámicos y proteger los oídos de los usuarios es normal y aconsejable.

Figura 2. Un sistema PA del tipo Line Array en un evento al aire libre.

Salas de escucha

Si trasladamos esta práctica a las salas de escucha, el paradigma cambia. Antes de más, debemos considerar dos tipos de salas de escucha: Las salas destinadas al Hi-Fi – la escucha de la música por placer – y las salas de control. Y si en las primeras puede que “todo valga”, desde que quede a gusto del usuario, que ha invertido una fortuna en todo un sistema de reproducción sofisticado (aunque ni siempre lineal), en las salas de control no vale todo.

Es que, contrariamente a una sala de Hi-Fi, donde se escucha material terminado y no se manipula la señal, la primera y mas importante función de una sala de control es monitorizar un proceso de grabación, de mezcla o de masterización que dentro de ella se desarrolle. Esto significa que si el programa grabado o que está siendo ejecutado, no llega a los oídos del ingeniero tal y como está en el soporte o como suena en el recinto donde se está produciendo, estamos introduciendo una variable grosera e inaceptable en el proceso.

Es por eso que, ante todo, la sala de control tiene que ser construida – o tratada – de forma a garantizar la “ausencia” de ondas estacionarias y el control adecuado de las primeras reflexiones.

Todos estos fenómenos ocurren en el dominio del tiempo y no se pueden corregir aumentando o disminuyendo la cantidad de energía que emana de los altavoces. A partir del momento que la señal dejó el altavoz, el problema está en el espacio/tiempo de la sala. Queremos decir, si una de las dimensiones de una sala (3,4m por ejemplo) define un modo resonante alrededor de los 50Hz, mientras los altavoces reproduzcan señal en esa frecuencia, habrá una acumulación de energía en esa frecuencia independientemente de su amplitud; a menos que la filtremos en su totalidad a la respuesta de los altavoces. Solo que, si lo hacemos, estaremos a inducir en error al operador que, simplemente, pasará a tomar decisiones en consecuencia de lo que, ahora, falta en la respuesta directa de los monitores, especialmente si se trata de sonidos de corta duración que no excitan totalmente la resonancia. Además en la octava arriba encontraremos un otro modo a los 100Hz y otro a los 200Hz. En definitivo, no es una buena idea, por mas estrecho que sea el factor Q, atenuar todas estas frecuencias “ad infinitum”.

De forma idéntica, si una reflexión especular del suelo provoca una cancelación en nuestra posición de escucha – aunque no medio metro mas detrás o al lado – intentar corregirla va a ser una tarea imposible. La cancelación es función de la diferencia de distancia entre el trayecto del sonido directo y el trayecto del sonido reflejado en el suelo, o la pared, que llega a nuestros oídos o al micrófono. O sea el sonido reflejado llega más tarde, una fracción de tiempo que corresponde a la mitad de longitud de onda. La consecuencia de este fenómeno temporal es la cancelación de esa frecuencia. Intentar solucionarlo aumentando la amplitud (cantidad) de señal en esa frecuencia, es como esperar que el resultado de multiplicar cualquier número entero por cero, pueda llegar a ser diferente de cero, según aumentemos el primer factor.

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Figura 3. Efectos de las reflexiones de una consola de mezclas en la respuesta medida y percibida de los monitores.

En la figura 3, queda bien patente el efecto que una consola puede tener en la respuesta medida y percibida, que ni siempre cuentan lo mismo, dado que nuestro sistema auditivo – los oídos y el cerebro receptor – es capaz de compensar parte de la información definiendo prioridades, al contrario de lo que hace el micrófono omnidireccional.

La percepción del oído humano es infinitamente mas precisa con relación a los sonidos que le llegan en el plano horizontal que a lo que le llega en el vertical. El Hombre, en suelo firme, nunca hubo de temer amenazas de predadores que viniesen por debajo de sus pies y no habiendo emisión de sonido en el rango audible no ha desarrollado esa sensibilidad de la misma forma. Por lo tanto, nuestro sistema auditivo discrimina lo que le llega en el plano vertical, desde abajo. El micrófono omnidireccional, no!

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Figura 4. a) Efecto de una reflexión especular en el suelo en la respuesta de los monitores. b) Con una configuración d’Appolito las reflexiones de cada uno de los “woofers” interactúan y prácticamente corrigen las anomalías.

En la figura 4, se aprecia la anomalía provocada por una reflexión proveniente del suelo. Este problema, curiosamente, se puede llegar a corregir con otra anomalía, cuando tenemos un monitor con disposición D’Appolito.

Por eso, una depresión como la que se aprecia en la Figura 5, no significa que el altavoz que la reproduce sea incapaz de hacerlo – no duraría dos días en el mercado – ni que exista una anomalía en cualquier elemento del sistema de escucha o un fallo en el diseño de la sala, ni siquiera que seamos capaces de percibirla. Es sencillamente un fenómeno acústico de cancelación que la presencia de un suelo donde sentar los pies torna imposible de contornar. Intentar atajar el problema con ecualización, solo puede traer resultados como se aprecian en el gráfico de la misma figura. El intento de corrección con la ayuda de un ecualizador gráfico de 1/3 de octava, acaba teniendo un resultado todavía mas nefasto, sin apenas resolver el problema inicial.

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Figura 5. Intento de corrección de un fenómeno de cancelación a través de ecualizar gráfico de 1/3 de octava.

Y la presencia de muebles a los lados y por detrás del operador solo pueden aumentar el caos. ¿Y que decir de la consola de mezclas?

Sin embargo, los que nos dedicamos a diseñar e instalar salas de escucha, perdemos totalmente el control de las mismas, el mismo momento en el que las entregamos a los propietarios que, a partir de ese momento, pueden hacer lo que les da la gana y rellenar el espacio con mas o menos buen criterio.

Cuando se hace una medición en una sala de control, lo que se mide es el conjunto sistema(s) de monitores y sala (con sus modos resonantes y reflexiones) y, por consiguiente, la interacción resultante – por eso, cuando queremos medir la respuesta de altavoces, lo hacemos en campo abierto (free field conditions) o dentro de una sala anecoica. Cualquier corrección tendrá como objetivo obtener una respuesta en frecuencia lo mas plana posible – por si sola no es lo mas relevante – y, más importante todavía, una respuesta de los transitorios capaz de reproducir con la mayor fidelidad y rapidez posibles las fuentes originales: la respuesta al impulso.

Para eso, el sistema de monitores ha de tener etapas rápidas, con amplitud de frecuencia extendida, muy baja distorsión y dos o tres veces la potencia necesaria para mover los altavoces de forma a producir un nivel de presión sonora adecuado para el trabajo y una respuesta en frecuencia plana, dentro de lo posible, a sabiendas que no hay altavoces perfectos y, además, que no hay dos altavoces iguales. Eso nos obliga a la elección de componentes de muy alta calidad, consistentes en su método de fabricación, para poder predecir, dentro de lo posible, su comportamiento.

Al mismo tiempo, para que un control cumpla sus funciones – y en esto parece que ya llevamos tiempo mas o menos de acuerdo – el tiempo de caída de la energía, en rango extendido y por encima de los– digamos– 60Hz, ha de estar cerca o por debajo de los 250ms. La recomendación de tiempos medios de reverberación de 0,4s sigue vigente en la comunidad del Hi-Fi pero tiene poca o ninguna relación con las exigencias de una sala de escucha profesional (sala de control). De hecho, las últimas investigaciones llevadas a efecto por el equipo del doctor Bruno Fazenda en la Universidad de Salford, indican que por debajo del umbral de los 200ms, la energía modal deja de ser relevante en nuestra percepción.

Es cierto que hay métodos de corrección acústica activa, como el AVAA de los Suizos de PSI, que han desarrollado una solución muy efectiva para absorber ondas estacionarias en pequeños espacios, basada en los mismos principios en que se basan las salas Non-Environment: crear una impedancia acústica que provoque un intercambio entre presión y velocidad, pero fuera de unas 3 octavas su efecto se torna irrelevante y debemos echar mano de otros métodos complementarios.

Un estudio de grabación es un laboratorio donde se procede a una escucha crítica y donde productores e ingenieros de sonido desarrollan su actividad profesional.

Para que así sea, la sala tiene que ser construida o tratada bajo ese criterio. Correcciones a posteriori pueden ser difíciles o imposibles y, desde luego, no pueden ser llevadas a efecto por vía de la ecualización electrónica.